lunes, 16 de junio de 2008

DOS PRIMAVERAS DIFERENTES

Un día me encontre junto a muchas personas de diferentes partes del mundo, en un espacio limitado, nunca lo pense antes, haciendo documentos o mejor dicho legalizando mi condición de extranjera, igual que todos los demás, que ahí estaban. Se oían voces en todas las lenguas, olores imperdonables, murmullos y gritos de niños de diferentes razas. Pense, y mire a mi hijo, yo también soy una emigrante, pero quién no lo es, no lo ha sido o lo será alguna vez?, pensé que el futuro del mundo seria la diversidad racial, pensé que si solo fuera un sólo idioma nadie seria extranjero, que si unos cuantos ricos fueran menos egoístas ellos ni yo estuviéramos ahí, pense, a quién le importa?, mire a mi hijo de nuevo y pensé tendrás un mejor futuro, yo a tu edad ni siquiera pensaba que todo esto existía, y tú lo estás viviendo?, tendrás un mejor futuro por que yo te ayudaré a construirlo y aunque no sé cuánto tiempo me durará el entusiasmo, la fuerza y la voluntad para hacerlo, estaré a tu lado incondicionalmente siempre que me des tiempo y espacio para pintar y leer, sonreí por mi egoísmo.

Sonreí mucho más cuando pense en mi esposo, Gran Maestro Internacional de Ajedrez. Que osado ser ajedrecista de un país como el nuestro e inventar vivir de lo que has aprendido, pudiera parecer que lo digo sin sentido, pero no, no es así, aún ahora decir esa profesión deporte es como decir una composición química de alto riesgo, a la gente común, nadie entiende nada, solo se supone que se piensa mucho y que debes de tener un coeficiente intelectual alto, muy alto, lo cual deberia de dejarte excepto de la realidad común y sus necesidades. Pero nuestra realidad era todo lo contrario, padecíamos más que nadie esas necesidades, mientras el mundo y los periódicos creían lo contrario.

El día que nos casamos, fue por una equivocación al llenar unos documentos del visado para España, aunque ya viviamos juntos y yo estaba embarazada, el puso en estado civil simplemte casado, y luego la joven encargada le pidio que le llevara el certificado de matrimonio. Saliendo del lugar me dijo: tenemos que casarnos esta tarde, yo tengo una amiga que es abogada; así sucedió, debajo de un árbol frondoso que esta en la primera circunscripción de Santo Domingo, haciendo fila para casarnos debido a que habían varias parejas en lo mismo y apurado por la certificación matrimonial, al final casi de una calurosa primavera, un 26 de junio nos casamos legalmente, nuestros testigos nunca antes los habíamos visto con excepción de Franklin Rodríguez, que acudió a mi llamado telefónico, apurado y sudoros en el límite del tiempo, y a cada instante me pregunto ¿Tú estás segura de casarte? y yo una sola vez le conteste: si estuviera segura, seguro me daría miedo y no lo hiciera.

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